Lo verdaderamente importante es que sopla cada vez con más fuerza un viento popular que exige revertir la catarata de recortes que nos han impuesto. Patriótico porque se enfrenta objetivamente a los mandatos del FMI o la UE. La mejor prueba de que el 24-M ofrece un saldo muy favorable para el pueblo es la preocupación de algunos de los principales centros en Washington. La misión del FMI que está “de visita” en España ha manifestado que “les preocupa el viraje político que puede llegar a determinadas administraciones locales”. La agencia privada de inteligencia norteamericana Stratfor está inquieta porque tras las generales de noviembre “el nuevo Gobierno de España deberá lidiar con las llamadas a frenar o incluso revertir algunas de las reformas económicas que fueron introducidas desde el inicio de la crisis europea”.
Estamos ante un nuevo escenario político desde luego más favorable a los intereses populares y que ofrece mejores condiciones para llevar adelante la lucha contra los recortes. Pero Lampedusa nos advirtió en “El gatopardo” que una de las máximas del poder es que “si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.
El derrumbe del PP el 24-M y los pactos de partidos de izquierda dibujan un nuevo mapa de reparto del poder autonómico y local con el PP arrinconado en cuatro comunidades autónomas (Madrid, Castilla y León, Murcia y La Rioja) y una docena de capitales de provincia. El resto de las autonomías queda en manos de una izquierda variada (hasta con los Bildu en Navarra) y otra que se presenta especialmente ingobernable como es Aragón. Como remate del giro al rojo está el dato de que cuatro de las cinco principales ciudades españolas están a punto de pasar a manos de se une la victoria en siete grandes capitales (Madrid y Barcelona, pero también Zaragoza, Oviedo, Cádiz, Santiago y A Coruña) de candidaturas de unidad e independientes: Madrid, Barcelona y Zaragoza, y Valencia para Compromís.
Están jugando sus cartas para intentar reconducirlo minimizando el desplome del bipartidismo, a través de pactos encabezados por PSOE o PP, y que integren a nuevas fuerzas como Podemos y Ciudadanos en una especie de “tripartidismo” o “cuatripartidismo”. O intentando limitar la lucha contra los recortes a medidas paliativas frente al aumento de la pobreza y la exclusión.
Más allá de los resultados electorales o de la conquista de poder político en ayuntamientos y comunidades, lo que de verdad va a decidir que el viento popular y patriótico levantado pueda conseguir sus objetivos es la línea que lo dirija.
Es urgente tomar medidas de solidaridad con los sectores condenados al desahucio, la pobreza o la exclusión social. Pero limitarse a esto es desaprovechar la oportunidad para hacer avanzar la redistribución de la riqueza que la mayoría demanda.
Debemos disponer de los enormes recursos de la banca rescatada con dinero público para acabar con el paro. Exigir la subida de salarios y pensiones. Necesitamos revertir todos los recortes en la sanidad o la educación públicas…
Necesitamos unidad, pero del 90% que sufrimos los recortes. No se puede reducir la “unidad popular” a un “frente de izquierdas”.
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